Introducción al Psicoanálisis

Sección coordinada por Liliana Donzis
Interdisciplina: Discurso y Segregación
por Lucila Donnarumma

Transferencia: Más allá de la Demanda
por Claudia Castillo

Hay en Freud una serie de textos que pertenecen a lo que podríamos denominar, junto con Lacan, “Escritos Técnicos”. Dichos textos abarcan un período de 1910-1920, anterior a la metapsicología. El apelativo de “técnicos” no significa que solamente allí Freud habló de técnica, sino que nos sirven de base para responder a la pregunta ¿qué hacemos cuando hacemos psicoanálisis? En la “iniciación del tratamiento” (1913) Freud propone la posibilidad de un “ensayo previo” destinado a determinados enfermos de los cuales posee pocos datos y que le hacen sospechar de la aplicabilidad del psicoanálisis. Si el análisis continuaba este período se convertía en la iniciación del tratamiento y le daba la posibilidad de definir ciertas cuestiones diagnósticas. Luego en “Observaciones sobre el amor de transferencia” (1914-1915), Freud hace referencia a un fenómeno de enamoramiento dirigido al analítico que resulta por un lado: motor de la cura, y por otro: resistencia a su continuación. Aquí se ven esbozadas las dos vertientes de la transferencia: la rememoración significante que posibilita la instalación del sujeto supuesto saber y el amor, que constituye la repetición de un acto.

A partir de una “Lectura del Semblante” :Análisis de una frase de la clase 4 del Seminario XVIII de Jacques Lacan.
por Adriana Trindade de Bergallo

El significante nunca remite a sì mismo, no es idéntico a sì mismo por estar en relación con otros en la cadena.
La letra, una vez definida en un discurso, es idéntica a sì misma, no depende del lugar que ocupe, si bien no escribe cualquier cosa, es transmisible, transmite aquello de lo que es soporte. No depende de la significación, no está regida por las leyes del significante. Ustedes se preguntarán ¿pero, no depende la letra del significante? Y si depende del significante ¿acaso ese significante no remite a otro? Sí remite a otro, pero la letra mantiene su autonomía no tiene esa interremisión que es propia del significante. Bàsicamente porque el significante está buscando siempre una significación y la letra no. Está desprovista de significación. Siempre frente a ella nos aparece la pregunta ¿y esto què es? ¿Qué quiere decir?

¿Por qué la posición del analista se sostiene en el Deseo del analista?
por Mirta Goldstein

El deseo del analista es un concepto solidario con lo que Lacan denominó “ética psicoanalítica” y, por lo tanto, con la responsabilidad del analista en la dirección de la cura. Posición del analista, ética y política del psicoanálisis son conceptos confluyentes en el Deseo del Analista y congruentes con el Discurso del Analista.
Por esta razón parece pertinente poner a trabajar la siguiente pregunta ¿por qué la posición del analista se sostiene en el deseo del analista como una ética y una política?
De alguna manera Freud descubrió que el efecto del “amor de transferencia” consiste en poner en acto la diferencia entre la posición analista y la posición analizante. Lacan destaca y nomina la “posición del analista” en relación a la praxis del discurso.
Una posición es un lugar simbólico y la relevancia del lugar del analista radica en que escribe la diferencia entre significante y objeto a, entre goce y deseo, entre el universal fálico y el no-toda de la verdad.

La interpretación en el Nombre del padre
por Ernesto Sinatra

El énfasis que Jacques Lacan ha puesto en el concepto de suposición (al reconsiderar la superestructura de la transferencia), debe ser leído como una respuesta precisa a la yuxtaposición freudiana. Se trata de dos versiones de la autoridad analítica: una cifrada en el padre y la otra, no necesariamente en el padre.
La autoridad analítica no puede basarse en el empleo de una técnica centrada en el poder del saber usurpado al inconsciente, ni en el poder del sujeto usurpado al analizante (en los traspiés que éste produce en la asociación libre). Cobra relevancia en Lacan, su énfasis para lograr el “adelgazamiento” del poder sugestivo en el analista ubicado en posición de dominio: saber y sujeto son dos conceptos supeditados a un tercero, el de suposición. La “bulimia” del concepto de técnica se manifiesta. Jacques Lacan en sus Escritos, prestó especial atención al problema de la sugestión al precisar la relación entre transferencia e interpretación: se preguntó si correspondía al psicoanalista: aprovecharse de ese error –transferencial– sobre la persona, –para responder que: “la moral del análisis no lo contradice, a condición que interprete ese efecto, a falta de lo cual el análisis se quedaría en una sugestión grosera”.

La introducción del niño en el psicoanálisis. Parte II*.
por Ricardo Rodulfo

Supongamos que observo a un bebé. Hay una sola cosa, y solo una, que me va a dar la pauta de que no estoy en presencia de un mero organismo, limitado a comer, llorar, dormir y cosas así: es descubrir, acaso en un momento fugaz, que juega. El que juegue excede su naturaleza de organismo; jugar no es un capítulo de la biología (sí de la etología y sobre todo de la primatología, que ya son otra cosa). No puedo justificar el que juegue en ninguna necesidad “básica” o “biológica” tradicionalmente considerada, no responde a ninguna “apetencia” concreta determinable como tal. Otro punto decisivo: no se lo enseñó nadie. El deseo de jugar, la necesidad de jugar, la emergencia espontánea del jugar, no se lo enseñó nadie, es una emergencia incondicionada, impredecible, irreductible. Esto es particularmente incómodo para el adulto, acostumbrado a pensar – adultocéntricamente – que él “da” y el pequeño “recibe”. Ciertamente, él juega con – si todo anda bien – pero no le “dio” eso al bebé, eso que hace que cualquier cosa – un sonido, un pezón, un botón – devenga objeto de juego. El no ha puesto eso allí. ¿Y entonces? Es a esta emergencia incondicionada, originaria sin origen, que – siguiendo a Winnicott – denominamos espontaneidad.

INTRODUCCIÓN DEL NIÑO EN EL PSICOANÁLISIS - Segunda parte
por Ricardo Rodulfo

Supongamos que observo a un bebé. Hay una sola cosa, y solo una, que me va a dar la pauta de que no estoy en presencia de un mero organismo, limitado a comer, llorar, dormir y cosas así: es descubrir, acaso en un momento fugaz, que juega. El que juegue excede su naturaleza de organismo; jugar no es un capítulo de la biología (sí de la etología y sobre todo de la primatología, que ya son otra cosa). No puedo justificar el que juegue en ninguna necesidad “básica” o “biológica” tradicionalmente considerada, no responde a ninguna “apetencia” concreta determinable como tal. Otro punto decisivo: no se lo enseñó nadie. El deseo de jugar, la necesidad de jugar, la emergencia espontánea del jugar, no se lo enseñó nadie, es una emergencia incondicionada, impredecible, irreductible. Esto es particularmente incómodo para el adulto, acostumbrado a pensar – “adultocéntricamente” – que él “da” y el pequeño “recibe”. Ciertamente, él juega con – si todo anda bien – pero no le “dio” eso al bebé, eso que hace que cualquier cosa – un sonido, un pezón, un botón – devenga objeto de juego. El no ha puesto eso allí. ¿Y entonces? Es a esta emergencia incondicionada, originaria sin origen, que – siguiendo a Winnicott – denominamos espontaneidad.

Primeros tiempos subjetivos :¿Dependencia absoluta/dependencia relativa o lucha de desamparos?
por Mónica Rodríguez

Ricardo Rodulfo nos recordará que no existe ninguna adquisición subjetiva, ningún aprendizaje existencial que pueda llevarse satisfactoriamente a cabo si no pasa por el jugar. Actividad primordial de la constitución subjetiva, jugar que no se enseña y que no se aprende. En este punto ayuda introducir la conceptualización de Winnicott de espacio potencial, sobre todo para poner el acento sobre la noción de superposición de zonas de juego que se da en ese tipo de espacialidad. Winnicott dirá “Espacio para el sentimiento de unidad entre dos personas que en realidad son dos y no una sola” .”Espacio que le posibilitaría la experiencia de ser, espacio común, la tierra de nadie, que es la tierra de cada hombre” . Espacio de las experiencias entre la madre y su bebé, espacio que favorece la integración del psique/soma, que para Winnicott, como sabemos, no es innata, sino que es un logro del desarrollo. Superposición de zonas de juegos mentales y corporales, tanto del bebé como de su mamá. Estado paradojal donde se asemejan y se diferencian. Espacio donde la intersubjetividad puede tener su lugar. Superposición no es fusión. Hablar de superposiciones implica hablar de distintos lugares que se combinan pareciendo por momentos uno solo.

La Descomposición del Silencio
por Ernesto Daniel Márquez

Al silencio se lo conoce por la ausencia de palabra, en este sentido se presenta como un todo. Decir por la ausencia de palabras; estas verifican el silencio, su presencia está pautada por la palabra, es más, revela su intensidad. Pero lo mudo, no tiene ningún sonido, ni voz; no hay ningún sonido, ni tampoco ningún sentido, es lo real, por su plenitud de espacio de no diferencia, de imposible diferencia; la que si podemos hallar en el silencio. (+)1 El silencio es parte del discurso, puede ser un significante, hace cadena, expresa las puntuaciones de todo discurso. La ausencia de puntuaciones, intervalos de silencio, es sinónimo de no respetar las normas del lenguaje, de no someterse a cierto orden de ley, que regula la expresión, y el significado de la lengua. Justamente el sujeto, sujetado a la palabra, a la estructura del lenguaje, se expresa en los términos que ella dispone, porque allí a operado la eficacia de dicha estructura, implicada en el juego de la presencia-ausencia.

Más allá de la neutralidad analítica: Retorno del más allá
por Stella Palma

El concepto de “neutralidad” del analista es originalmente freudiano, como tantos otros. Ha tenido numerosas lecturas en las distintas escuelas psicoanalíticas, siempre con consecuencias muy variadas para la clínica. Era en sus orígenes una forma inédita de lazo entre el paciente y su analista, la que proponía el psicoanálisis en los albores del siglo pasado. Técnica nueva, vínculo nuevo, regulaciones nuevas. Se suponía que el analista no debía ser amigo del paciente, o enemigo, sino que se esperaba de él cierta distancia, cierta neutralidad para poder trabajar y operar psicoanalíticamente. Aunque las historias que leemos de los casos de estos analistas de los albores dista bastante de esto. Seguramente el standard es una consecuencia, una forma que tuvo la IPA para regular un poco todo esto. Freud habló de la regla de abstinencia como fundamental para el trabajo analítico y podemos pensar la neutralidad analítica como una herramienta, entre otras, para poner en marcha esa abstinencia... Para Lacan el más allá de la neutralidad tiene varios nombres, tenemos el deseo del analista, el acto analítico y el semblante.



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